viernes, 25 de febrero de 2011

Pamelito

Ivonne y Pamela OrdenesDuffau
Mesón Nerudiando escuchando a Marcelo Puente
Con la Pamelito tengo una culpa grande de hermana mayor. La abandoné cuando eramos niñas desde que nació la Carla, que se transformó en mi objeto a proteger por sobre todas las cosas. Le tenía envidia también por su extraordinaria belleza y las cosas que hoy valoro por su valentía (casarse y tener un hijo en la adolescencia) en ese momento me parecieron sin sentido y propias de su falta de madurez y reflexión. A mi abandono inicial siguió el de ella hacia mi, en forma sistemática y mantenida, durante demasiado tiempo. Muchas veces quise acercarme pero habían ya muchas barreras y mucha distancia. No me atrevía y sufría.
Tuvo que venir una crisis importante en mi vida para que por primera vez me abriera a su cercanía.  Y me encontré con una hermana y una amiga que me demostró un amor de esos que no se pueden explicar con palabras. A tantos años ya de nuestra separación, la verdad es que ahora no podría imaginarme la vida sin ella. Los años le han dado una sabiduría inexplicable frente a la vida y sus vaivenes, sus puntos de vista siempre abren en mí otra manera de mirar las mismas cosas. La necesito, profundamente a mi lado, siempre. Me duele todo el tiempo perdido pero probablemente no era nuestro momento no más y qué bueno que al fin llegó. Cuando hablo de ella me enciendo en orgullo y puedo notar cómo traspaso su presencia a quien me escucha y cómo contagio las ganas de tener ellos también, una hermana de verdad a su lado.
Ivonne Ordenes Duffau, Pamela Ordenes Duffau y el Pepe


Mi Pamelita es un todo que jamás podrá tener reemplazo en mi vida. 




Dibujos de Pamela por mi cumpleaños


Atopato y Encaramada

 Pintura de Carla Ordenes Duffau
Nosotras en verano, nuestra madre mirando.

El tema de los sobrenombres siempre fue recurrente en mi relación con la Carla. Teníamos cuando niñas una amistad y una comunicación sin sorpresas, sin dudas, sin ninguna mala onda. Ella fue mi atopato, la Cosi (de cosita rica), carlanga, carlangueru y al final Gueru, Rosetón, Cosi fan Tutte (Mozart siempre estuvo presente en esos años). Lo que más prevaleció en el tiempo fue Atopato, hasta hoy. Mis nombres también fueron variados e incomprensibles, Oni, On (¿y mi On? preguntaba ella cuando no me veía), Nico, Nikita, Camarada Nikitos, Camarada a secas y lo último, en una inexplicable tergiversación del lenguaje, Encaramada, que persiste hasta hoy.
Así que somos Atopato y Encaramada.
Y somos las mismas en algunas cosas pero diferentes  también. La distancia física ha hecho lo suyo. La falta de lo cotidiano también. Persiste en mí un dolorcillo oscuro por tantas cosas ya perdidas, por no tenerla conmigo, por haber pasado tantas cosas (ella y yo) donde no nos acompañamos y por no saber a ciencia cierta qué pasa por su mente hoy en día, cuáles son sus penas y sus frustraciones, sus alegrías y sus esperanzas. Nuestra relación se ha transformado en una relación “cosista”: pasan cosas y nos enteramos de esas cosas, conversamos brevemente, nos ponemos al día y ya. Hace mucho tiempo que no tengo con ella una real cercanía y eso para mí es difícil de superar. Siempre fue mi niña, mi chiquitita, el amor de mi vida. He mantenido vivo su recuerdo en mis hijos, con fotos, con historias. Ellos siempre han sabido de su tía Carla y la quieren y la esperan felices cuando viene, a pesar de que el contacto ha sido poco. Me imagino lo difícil que fue para ella, sobretodo al principio y sé también que ahora probablemente ya todo es más llevable, sacudida ya de “la mía familia” y de su peso, que debe ser aún mayor (hay que ver cómo pesa a veces!!) cuando se está lejos. Pero igual no me conformo aunque busque y encuentre respuestas posibles.
Espero que sea feliz, nada más.
Carla e Ivonne Ordenes Duffau en España


 PINTURA DE CARLA ORDENES DUFFAU






PINTURA DE CARLA ORDENES DUFFAU

jueves, 17 de febrero de 2011

Parque Forestal



Carla Ordenes Duffau. Retrato de Nadia Duffau Urrutia
Los primeros 12 años de mi vida anduve por ferias artesanales y me encantaba. 
Recuerdo las del Parque Forestal, enorme, llena de artistas buenos que trabajaban en sus obras ahí mismo. Me acuerdo de Don Guayo y sus maderas, del tío Polo y sus pinturas demasiado inspiradas en Gauguin, de la señora que convertía el vidrio en figuritas que llenaban toda la fantasía que podía caber en un niño, de las presentaciones musicales, y por supuesto, de mi madre parada frente a su atril todo el día, haciendo retratos, uno tras otro, maravillosos, perfectos, únicos. Yo le pasaba cafecito y algo para comer y ella seguía porque la demanda era impresionante ¡qué increíble y qué distinto a lo de hoy!. Yo mientras tanto, atendía el stand donde había varias cosas más a la venta, esculturas en greda también de mi mami, arreglos de plantas y otras artesanías. Vendía mis cositas también, unos pajaritos en tronco, hechos en greda, que me quedaban bastante bien. Y veía pasar la gente, multitudes a ratos y escuchaba el sonido de las quenas y otros tantos que emanaban de los distintos puntos de venta, el olor a barquillo y maní, el rumor de los árboles enormes, la corriente del río Mapocho. Todo el día, hasta la noche estábamos allí.

Un año nos llevamos un perro a la casa. Le pusimos “Valiente”porque era como el del cuento de mi papá. Era un perro vago del que mi mamá se enamoró. Nos acompañó todos los días y para el fin de la feria, mientras arreglábamos los cachibaches, ahí estaba. Fue un cruce de miradas no más con mi papá e instalamos a Valiente en el taxi de vuelta a la casa. Me acuerdo que puso su cabezota (era un perro grande) en mis piernas y estuvo tranquilo todo el viaje, asumiendo que su lugar era con nosotros. 
Igual lo perdimos después de un tiempo, era un perro de la calle y no se pudo doblegar esa voluntad. Supongo que lo cogió la perrera porque un dia cualquiera desapareció. Pero la sensación de su tibieza en mi falda, de su confianza absoluta, de su mirada de animal curtido y sabio y más la noche llena de estrellas en un pacífico retorno al hogar (un lujo entre mis recuerdos) hasta hoy me provoca una sonrisa y una hermosa sensación de bienestar. Además siempre eran buenos tiempos después de las ferias, había plata y la posibilidad de comprar cosas.
Otras noches nos íbamos los 3 a “Il suceso” o a la “Fuente Alemana” a comer unos deliciosos lomitos. Llegábamos siempre tarde en la noche y cansados. Mis hermanas estaban excluídas de esta aventura “por chicas” y esperaban en la casa, pobrecitas, siempre con ganas de participar, fueron un par de veces pero muy poco. Igual hubiera sido un riesgo con tanta gente, yo vendiendo y mi mamá en sus retratos,  pero desde ahora igual me gustaría que ellas tuvieran un poco de mis recuerdos, porque son bacanes.

Después se desinfló la importancia que  tenía la feria como fenómeno cultural, fue haciéndose más comercial y al final se prohibió el uso del parque. Mi mami trató después en otras ferias en distintas partes pero nunca fue lo mismo. La gente también cambió me imagino. Pasaban horas en que no hacía retratos y sus figuritas no se vendían. Un año estuvimos al lado de la iglesia de San Francisco, en la calle Londres y mi recuerdo de esa vez es lento, caluroso y latero. Más encima nos tocó al lado una vieja que vendía llaveros de cuero, distintas formas, zapatitos, libros, etc , a 5 pesos cada uno y vendía todo el día y a cada rato. Y nosotros nada y sin nada en las arcas tampoco. Una mañana que la vieja se ausentó, le dejó el puesto a mi mamá y con carita desamparada vendía a montones. Cuando nos fuimos en la tarde, caminando hacia la micro por la Alameda, calladas y sin haber  vendido nada, de repente mi mami aprieta mi mano y me dice ¿quieres un helado?  Y yo, sintiendo un torbellino de pensamientos en mi cabeza de 10 años…

-Pero mami… ¿y plata?
-Yo tenía 5 pesitos por ahí….-respondió mirando hacia adelante.

Y  me alcanzó para asentir, obvio, quién hubiera dicho que no a una delicia tan escasa y tan anhelada. Costó 3 pesos el helado de cono y lo comí feliz y culpable por mis hermanas, pero más feliz que culpable, sin duda. Lo mejor fue la sonrisa de triunfo de mi mami mientras me lo pasaba primero probando un poquito ella.

Fue el helado más dulce, luminoso y justo de todos los tiempos. 

Nadia Duffau y Carlos Ordenes. Parque Forestal 1966

domingo, 13 de febrero de 2011

Sandra

Sandra Ordenes Duffau, chiquitita, retratada por Nadia Duffau


Estuve mirando las pinturas de mi hermana Sandra y me sorprendió la belleza de algunas. La mayoría si son bien inquietantes por decir algo. Pintar es muy importante para ella.

La Sandra siempre ha estado un poco al margen de nosotros y de la vida cotidiana también. Buscando su lugar y su camino a costa incluso de cosas impensables para mí. Me acuerdo de cuando era chica y me imagino que como yo, no tiene gratos recuerdos de su paso por la escuela. La defendí varias veces y sé que la Pamela también. Siempre me pareció frágil y pequeña a pesar de que sólo nos llevamos por un año. No tengo claridad absoluta del momento en que desapareció de nuestras vidas pero fue temprano, ya de adolescente. Estuvo como un año perdida sin dar señales de vida, tiempo durante el que mi madre deambuló por todos lados buscándola y de repente apareció embarazada de Sergito y con una sabrosa historia de colonización en el Sur de Chile. Anduvo por el archipiélago de los Chonos, perdida en una isla, viviendo precariamente hasta que se aburrió de su osadía.  

Ella es la primera y única colona que ha tenido esta familia, sin contar claro, al bisabuelo francés. 





viernes, 11 de febrero de 2011

Carlos Ordenes Pincheira: Hoy "La Canasta"

Carlos Ordenes Pincheira y Nadia Ivonne Ordenes Duffau

Mientras me moría de dolor por una jacqueca que no quería dejarme, echada en la cama, con lentes oscuros y sólo monosílabos, mi papá que recién llegaba de visita se quedó a mi lado y no sé cómo ni por qué comenzó a contarme cosas del pasado, que siempre agradezco porque me abre los ojos desde su perspectiva (no la de los libros o los artículos), desde su propia experiencia y en lugares y con personas que reconozco. El tema de hoy comenzó con "la canasta" y cómo tuvo que hacerse cargo de la repartija de cosas para un total de 300 familias. Cómo iban a buscar las cosas al "almacén del pueblo" que quedaba ubicado en calle Los Presidentes donde hoy hay un pequeño supermercado en la esquina, (en ese tiempo tomaba toda la manzana y después se quemó completamente), cómo tenía que lidiar a ratos con  la mezquindad de los propios vecinos, cómo trató de traspasar la responsabilidad pero todos confiaban en Carlitos y tenía que seguir no más si no quién, el gran desabastecimiento y el flujo de "canastas" periódicamente hacia familias que no tenían la plata para acceder a ella (era un costo bajo pero la cesantía en esa época muy alta también). Mi papi se las pasaba igual porque así tenía que ser, obvio, sin dudas.
Cuando fue el golpe militar, la preocupación más inmediata de mi viejo fue la plata que le debía al proveedor (una señal mínima de la falta de visión nacional sobre lo terrible que vendría y que ya estaba ocurriendo en el país), y ya que en mi casa de niña faltaba de todo pero libros no, tuvo que sacrificar un par de bellezas y venderlas. Igual no alcanzó a reunir todo, las familias deudoras no tenían ni antes ni ahora, así que depositó lo que tenía no más y se quedó todo angustiado pero no lo fueron a buscar ni por la deuda ni por ser jefe de canasta, pese a que a otros si les tocó y nunca más se supo de ellos. Mi padre hasta hoy no se explica por qué a él no.
Después saltamos unos años antes, en plena UP, a la toma de la casa donde vivimos toda nuestra infancia. Yo tengo un recuerdo muy vago del piso de baldosa (veníamos de una casa sin suelo), de la ventana, de todo vacío y de mi mamá jovencita y emocionada "con carita de ilusión". Tengo un recuerdo más posterior del entorno: un lote de casas sin cierre o con cierres precarios. De la terrible perrera que se llevaba sin piedad a las mascotas que no se lograban ocultar.... "viene la perrera!!!!!!!" se escuchaba desde cualquier punto y era un correr para resguardar los animales y como no había cierres era difícil. Me acuerdo que hasta pesadillas tenía con la famosa perrera pero no recuerdo el camión así que no sé si realmente lo vi alguna vez.
Después recordamos el jardín de plantas en diagonal Santa Irene y cómo de un sitio abandonado surgió "Jardín La poesía" y ahí se quedó más de 20 años...... y etc.
Lo cierto es que comencé con monosílabos pero de a poco me puse más activa y preguntona... hace tiempo que no hablaba con mi papá de estos temas y siempre me lleno de una nostalgia por la vida que apenas recuerdo o que simplemente no recuerdo nada y que sin duda me habría gustado vivir. Tan intenso, tan heroico, tanto por hacer. Tal vez no hubiera durado nada como dice mi mami y que menos mal que yo era chica, pero quién sabe.... Como dice Sabina "no hay nostalgia peor que lo que nunca jamás sucedió".
Y con la conversa tan entretenida se me pasó la jacqueca y sin desmerecer el cóctel de analgésicos que tomé, creo que las palabras bien dichas, esas que vienen con links hacia sueños e interrogantes de nuestras historia, hacia cosas y situaciones inconclusas y poco comprendidas...... en fin, aquellas que nos devuelven a nosotros mismos y nos permiten salir un rato de lo cotidiano, también son sanadoras.


Carlos Ordenes Pincheira, grande como una casa. Dibujo de Carla Ordenes Duffau a los 4 años
Carlos Ordenes Pincheira Retrato de Nadia Duffau Urrutia
Lápiz pasta común y corriente. Más menos a sí se veía mi viejo en esos tiempos 

martes, 1 de febrero de 2011

Conozco la muerte y sus desastres

La otra cara del hospital.... Los pacientes que finalmente se van a sus casitas.


Conozco la muerte y sus desastres. Me acompaña cada cierto tiempo en mi trabajo. Me toca preparar a los padres, tomarles la mano, darles luego la noticia y presenciar el inicio del duelo inesperado. Hace una semana fue Fabián y ahora Camila, pero tengo muchos más nombres guardados en mi corazón. Muchos porqué y preguntas sin respuesta. Invocaciones a un dios, que como dice mi padre, siempre ha estado lejos del dolor y la olla vacía. Mi recompensa, si es que hay una, es ser ancla de una familia que nunca más será la misma, es sentir la pena igual que el primer día, es reconfortar cuando sólo hay desolación y dudas. Mi recompensa es la inmensa cantidad de niños que logran salir de la unidad y luego regresan, dándonos la sorpresa de la recuperación, la sonrisa en la cara de los padres, el "muchas gracias" cuando uno hace simplemente lo que tiene que hacer. Mi recompensa final es volver a mi casa y ser recibida por dos niños maravillosos, tres gatos y un perro y quedarme en este espacio y curarme y sentir nuevamente la vida en todos los rincones y la felicidad, que en cuotas y detalles nos regala. Pero en medio de la luz de mi hogar, de los juegos y del amor, queda siempre un pedacito detenido, donde mi alma pide que en algún minuto llegue paz en ese otro hogar lleno de rincones que ahora están en silencio.

A propósito de un programa de televisión





Mirando los "40 años de TVN" me llegó toda una tormenta de recuerdos
Yo también me acuerdo de Heidi, y cómo la Carla era adicta a esa mona. Me acuerdo también de un concurso de "parecidas a Heidi" y la Carla presentándose junto a mil cabras más, todas un poco más´parecidas que ella que en realidad no se parecía en nada, pero es que en nada. Lo más parecido era un canario que llevaba como plus y que igual significó al final pura incomodidad (imagínate, un canario en la multitud de dobles de Heidi, que no se fuera a escapar el canario, pucha el canario tiene sed y se dió vuelta el agua, etc). Y mi mami detrás de esa aventura, llevando a la niñita al canal nacional, y por supuesto yo, la mayor, acompañandola en todo. Y mi pobre hermana, chiquitita, con un vestido hiper abrigado y con cachetes coloraditos y con ganas de irse. Pero ahí aguantamos estoicamente que el hombrecillo encargado de seleccionar las concursantes nos mirara con cara de pregunta "lindo el canarito" y nos indicara la salida sin mayor trámite. Un poco de silencio en la vuelta y luego ese sentimiento inexplicable que va transformando la humillación y la verguenza y la lata y la decepción, en primero una sonrisa y después en una risa incontrolable que se exacerbaba con todos los detalles, la pintura corrida en la cara de la Carlita, el pajarito que sólo fue a hueviar, la montonera de Heidis, en qué estábamos, pero cómo se te ocurrió, si ni se parece y jajaja.
Me acuerdo también de cómo fantaseabamos con esos panes con queso derretido que le hacía su abuelo a Heidi---¡parecían tan ricos!  Y como Frankfurt se trasformó en sinónimo de terror "si no lo haces te irás a F..." se escuchaba en los juegos de la Pame con la Carlita. Y mientras afuera se vivía la peor de las pesadillas y apenas nos rozaba, sólo recuerdo el silencio y el miedo y las conversaciones que quedaban truncas cuando aparecíamos nosotras. Y recuerdo el miedo incomprensible, nuevo, diferente y extraño que hizo latir mi corazón cuando no sé bien en qué contexto, yo hablo algo que seguramente escuché en contra de Pinochet y mis dos amigas de entonces me enfrentan, con 10 años de edad, "o sea que tus papás están mal con este gobierno?" ....Y yo sintiendo la pregunta como una acusación y pensando en qué decir y con ese miedo desconocido, mirando alrededor por si alguien más estaba escuchando.
Y hasta allí llega mi recuerdo, no sé qué pasó inmediatamente después, pero a corto plazo me alejé de mis amigas y desconfié luego de mucha gente más y por supuesto, me cuidé de no contarle a mis padres y de evitar el tema, y fue así como me enteré sin entender, que había una verdad oscura y muy mala alreredor nuestro, fui haciendo el puzzle con los silencios, los cuchicheos, los ojos de mi papá cuando pasábamos cerca de un milico, las revistas quemadas, las pocas cosas bien etéreas y ambiguas que me contaba mi mamá, pero lo que más me ayudó fue la actitud de estas dos cabritas hijas de pacos, que tenían la arrogancia de los vencedores a pesar de vivir las mismas calamidades de la mayoría. Y de ahi todo tuvo un sabor distinto. Y hasta ahora, la música de Heidi, Marco, el jappening, me dan una mezcla de angustia y asco que no puedo evitar.
La memoria es inquietante. Permanece dormida hasta que llega algo que la despierta y uno se encuentra con historias enterradas y olvidadas, con sentimientos y emociones extraños y con uno mismo al fin... la memoria ayuda a reconocerse en el tiempo y a entender por qué somos como somos y a reconocernos en ese proceso, chica e ingenua como yo era, no era tan distinta a lo que soy ahora después de todo. ¿Habrá gente que se mira para atrás y no logra reconocer nada?